Llegaba del Cole todos los días con la mochila al hombro, cansado, y por supuesto con mucha hambre. Comíamos todos juntos para almorzar en casa de mi tía madrina, dependiendo del día de la semana éramos más o menos los mismos siempre a la mesa, mis tíos, mis primos, mi hermana Ana y mis padres. Todos juntos en casa de Tita Agustina.
Pasaron los años, llegué al
Instituto y también llegó a la familia mi hermana Maria Jesús…”la niña”, una
más a la mesa. De comer en casa de “Tita Agustina”, pasamos a comer todos juntos
según ella “en casa de Tití”.
Cocido, gazpacho, lentejas, paella,
ensaladas, gazpachuelo…lo que tocase ese día.
La hora del almuerzo, la hora cuándo
uno lo contaba todo, o no contaba nada, la hora en la que uno escuchaba y
aprendía, o no escuchaba nada y se apresuraba a terminar pronto.
Depende…
Y seguían pasando los años,
llegué a la Universidad y algunos platos de esos almuerzos viajaban en “tupper”
entre semana a Málaga, muchas veces hechos por mi madre, otros por mi tía. Los compartía con mi compañero de piso y amigo de
toda la vida Sebas, hoy día mi compadre. Pude disfrutar de esos "platos viajeros" con tantos otros compañeros y amigos con los que he
cruzado camino y compartido tanto en esa maravillosa ciudad.
El segundo año de Universidad empecé
mi relación con el amor de mi vida, María, sumábamos un nuevo comensal a la
mesa, algunos fines de semana o entre semana en vacaciones, más historias, más
reuniones, y más tertulias sobre la vida en torno a una misma mesa.
El tiempo pasaba, fin de carrera,
trabajo, planes de boda…y paternidad.
Nació Nuria, de cuchara y plato
con solo 1 año, odiaba los chupetes y los biberones, así que ya éramos uno más.
De buen comer, como su madre, salía de la guardería donde almorzaba en el
comedor y seguía comiendo en casa de “Tití” cuando llegábamos nosotros para
almorzar después de una mañana intensa de trabajo, a la peque todo le parecía
poco.
¡Estaba todo tan bueno!
Dos años más tarde, nació Mery, recuerdo
que cuando tenía unos 3 o 4 años, aún muy pequeña, nada más llegar al rellano
de la planta baja, antes de subir al ascensor decía…”hoy han hecho albóndigas”…
las olía llegando al portal, se le iluminaba la mirada y le salía la sonrisilla picarona,
apostando con su hermana Nuria que comida es la que tocaba…¿pastel de carne? ¿albóndigas?
¿cocido?
Pocos años después de venir al mundo Mery, nació mi sobrina Julia, recuerdo que cuando ya tenía edad de sentarse a la mesa, a ella comer no le gustaba demasiado, como a su madre cuando era pequeña, de tal palo...yo la miraba y parecía que estaba viviendo un “Deja vu”, reviviendo el pasado. Empezaba la primera y terminaba la última, así que seguramente nos escuchaba a todos, o a ninguno, depende...
¿Quién sabe?
A veces también aparecía alguno de sus pocos
platos preferidos y entonces era la primera en terminar, salía corriendo a jugar con las primas mientras nosotros terminábamos de almorzar.
Por último, llegó nuestra pequeña Rocío, una más, y algo especial también para comer, como todos, tenía sus días buenos y sus días malos, también estaba en el comedor de la guardería y aun así, al salir, repetía como sus hermanas con el resto de la familia y disfrutaba de comer todos juntos en casa de “Tití”.
Por supuesto que en estos
almuerzos también venían en ocasiones las parejas de mis hermanas o de mis
primos, algunos fines de semana o entre semana, así que comíamos por turnos,
entre el salón y la cocina…luego la sobremesa, el cafelito….historias de toda
una vida, contadas de aquí y de allá.
Mis sobrinos Ana y Manuel
llegaron en noviembre del 2019, ya solo quedábamos algunos viernes para
reunirnos, porque éramos tropa, no nos dio tiempo a que se sentaran a la mesa en
estos últimos dos años, porque llegó lo que detuvo totalmente la normalidad en
nuestras vidas.
Un regalo tan simple en el día de
mi cumpleaños, un plato de albóndigas al limón con patatas fritas, hechas en
casa de “Tití” esta vez con la ayuda de mi hija Mery, que se ha llevado papel y
lápiz para aprender la formula “secreta” y que pase de generación en generación.
Soy feliz con un plato de “albóndigas
con patatas”, pero no soy feliz por el plato en sí, la felicidad está ligada al
inmenso amor que siento por esta familia “en torno a una mesa” tan bonita e increíble
que tengo y de la que estoy tan orgulloso.
Tita, Tito, Papa, Mama, Añuska, Juanma, María Jesús, Carlos, Bego, Fran, Gordi, Nuria, Mery, Julia, Rocío, Ana, Manuel...
Os quiero.
La familia…¿Capichi?